La multisectorial Paren de Fumigarnos advirtió sobre la ineficacia y el daño que ocasionan las aspersiones químicas aéreas sobre pueblos y ciudades con el objeto de controlar la proliferación de mosquitos aedes aegypti, transmisor de dengue, fiebre amarilla, chikunguña y zika, entre otras enfermedades. En ese rumbo, aseguraron que “la realización de fumigaciones aéreas con productos tóxicos resulta innecesaria, antieconómica y un atentado contra la salud de la población y del ambiente”.
“En los últimos días y ante la inacción de las autoridades de todos los niveles de gobierno en las tareas de prevención del dengue, aparece como panacea el ofrecimiento de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca) de realizar fumigaciones aéreas indiscriminadas sobre áreas urbanas”, señalaron en un comunicado de la organización que nuclea a ONGs ambientalistas, agrupaciones de vecinos de pueblos fumigados, de defensa de los derechos humanos y entidades gremiales, entre otras.
Remarcaron que “desde esa federación se ofrecen para realizar las aspersiones citando los supuestos casos exitosos de Venado Tuerto y San Jorge, donde se violaron todas las reglamentaciones de transporte, aeronavegación y sanitarias con resultados nulos”.
“La propuesta de fumigar las áreas urbanas con aviones resulta una estrategia audaz para que miremos con buenos ojos a quienes nos envenenan y evidencia un total desconocimiento del ciclo de vida del mosquito aedes aegypti”, enfatizaron y recordaron que, de acuerdo con los especialistas, si se realizan las tareas de prevención sólo una pequeña parte de los mosquitos llegan a adultos.
“Este mosquito no se cría en cunetas, ni en el ríos ni en aguas en descomposición: el aedes necesita agua medianamente limpia, aquella que se junta en recipientes que tenemos en nuestras viviendas y en el peridomicilio. Por eso, las disposiciones de control iniciales son la descacharrización de cada patio y cada jardín, la limpieza de canaletas, el retiro de escombros y de todo elemento que junte agua”, indicaron.
También señalaron que “ese acto de responsabilidad ciudadana debe complementarse con medidas comunitarias concretas realizadas por los gobiernos locales como desmalezamiento, limpieza de espacios públicos y control larvario, entre otras. Debemos considerar también el formidable aporte de las especies silvestres locales que predan al mosquito adulto, como alguaciles, anfibios y murciélagos”.
“Si se cumplen estos pasos, resulta innecesaria, antieconómica y un virtual atentado contra la salud de la población y del ambiente, la realización de fumigaciones aéreas con productos tóxicos”, argumentaron.
No recomendada
La propuesta de fumigar las áreas urbanas desde aviones con tóxicos, se opone con lo establecido por el Ministerio de Salud de la Nación que, entre otras consideraciones, reconoce que los rociados intra y peridomiciliarios sólo deben realizarse como medida última y extrema de control y de contención o bloqueo. Además, señala que el tratamiento con adulticidas tiene como objetivo cortar el ciclo de transmisión de la enfermedad a través de la disminución o eliminación de los mosquitos adultos y debe ser acompañado de acciones de control focal, eliminación de objetos inservibles, comunicación social y educación. Sin estas acciones, el tratamiento con adulticidas resulta ineficaz e insuficiente para controlar o contener un brote en curso, además de favorecer la aparición de especies resistentes a insecticidas.
El Ministerio de Salud de la Nación indica taxativamente que “por ningún motivo se recomienda la aplicación de adulticidas para control de aedes aegypti mediante el uso de aeronaves”. Los argumentos de la autoridad máxima en salud resaltan que “según normativa de la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac), las aeronaves no volarán sobre aglomeraciones de edificios en ciudades, pueblos o lugares habitados, o sobre una reunión de personas al aire libre; excepto, cuando sea necesario para despegar y aterrizar, o cuando se cuente con una autorización especial de la autoridad aeronáutica competente, con estrictas medidas de seguridad a más de 300 metros sobre el obstáculo más alto situado dentro de un radio de 600 metros desde la aeronave”.
En cuanto a la efectividad de la aspersión de los tóxicos en una zona urbana sostiene que “la altura a la que debe volar una aeronave implicaría una deriva muy amplia de la nube de dispersión lo que podría ocasionar que termine nebulizando zonas aledañas que no se encuentran afectadas por el brote. Por otro lado, la máquina debe tener las boquillas adecuadas para respetar el tamaño de la gota necesario que impacte sobre mosquitos”.
“Si bien puede adecuarse en las aeronaves, debido a la altura de vuelo las gotas no llegan a caer en sitios necesarios, muchas veces por evaporación, otras caen sobre la copa del arbolado público o bien en los techos de las viviendas, sitios que no son considerados de refugio para Aedes aegypti. Además, la nube de plaguicida puede caer por deriva en espejos de agua o en almacenamientos de agua potable, ocasionando graves consecuencias a la salud y el ambiente”, advirtieron los proteccionistas.
“Las pulverizaciones en Venado Tuerto y San Jorge en los primeros meses de 2020 dan total evidencia -disponibles en el Ministerio de Salud provincial- de que las aplicaciones fueron peligrosas para la salud humana y ambiental”, remarcaron desde Paren de Fumigarnos.
“Los gobernantes deberán evitar aceptar y aplicar soluciones milagrosas como la propuesta por la Fearca, que sólo terminan por generar una falsa sensación de seguridad y una gran presión sobre la salud de la población y los predadores naturales de los mosquitos”, concluyeron.