José Hernández, el intelectual antihegemónico
Tradición. Poeta, periodista y político, escribió "Martín Fierro", una de las obras más representativas de nuestras letras. Sin embargo, es cada vez menos leído y citado.

Miércoles 14 de Noviembre de 2018

Las calabazas ahuecadas de Halloween, festividad de origen anglosajón con una estética de dudoso buen gusto y trasfondo temático oscuro, parecen querer arrinconar a nuestras tradiciones, no sin cierto éxito en algunos sectores sociales. Y hablando de tradición, el 10 de noviembre se celebra oficialmente en recuerdo del natalicio de uno de los intelectuales más geniales de nuestro país, José Hernández, autor del Martín Fierro. Obra que pese a ser representativa de lo mejor de nuestras letras, es cada vez menos leída y citada.

El poeta, que fue también periodista y político, nació en 1834 en San Isidro, provincia de Buenos Aires. Era sobrino por parte materna de Juan Martín de Pueyrredón. Desde joven militó políticamente en el federalismo, participando en la decisiva batalla de Pavón, en 1861. Fue allí, junto con su hermano Rafael y otros oficiales federales, testigo de la traición de Justo José de Urquiza a la causa respaldada por los pueblos del interior, cuando el entrerriano abandonó el campo de batalla dejándolo vencedor a Bartolomé Mitre.

La década que se iniciaba será la de su consolidación como periodista en diarios de Paraná, ciudad que había sido por unos años capital de la Confederación, y también en La Capital de Rosario. Uno de los sucesos que cubrió como corresponsal, el asesinato a lanzazos y posterior decapitación del caudillo riojano Angel Vicente Peñaloza, el Chacho, en diciembre de 1863, probablemente lo marcó a fuego en su percepción del rumbo político y social del país. La cabeza de Peñaloza fue puesta en una pica para ser exhibida en la plaza de la ciudad de Olta, para escarmiento del gauchaje federal, y beneplácito de los unitarios. Ante ello Hernández expresó que "el partido que invoca la ilustración, la decencia, el progreso, acaba con sus enemigos cosiéndolos a puñaladas."

La presidencia de Mitre tras su "triunfo" en Pavón se concretó en la implantación del orden liberal en lo político y librecambista en lo económico, valiéndose de la fuerza militar. El Chacho fue uno de una lista de caudillos populares que caerían, como el catamarqueño Felipe Varela, y el entrerriano Ricardo López Jordán.

Este es el momento en el que José Hernández, enrolado políticamente en un federalismo notoriamente menguado por falta de liderazgos y arrinconado en todos los puntos de nuestro territorio, elige, por imperio de las circunstancias, un arma que probará ser formidable, superior a las lanzas de las antiguas montoneras gauchas: su pluma. Se convierte en un intelectual antihegemónico. Su mirada del prototipo de nuestro elemento popular, el gaucho, con sus virtudes y defectos, en un contexto de hostilidad creciente por parte de una "nueva" Argentina que avanzaba entonces desde la ciudad puerto de Buenos Aires constituye, si se quiere, la contracara de la visión que Sarmiento nos legó en su "Facundo. Civilización y barbarie". La hidalguía de Peñaloza, quien había tratado siempre con dignidad a sus propios cautivos y terminó decapitado por los "iluminados" del puerto luego de entregarse, nutrirá metafóricamente las páginas del Martín Fierro presentando una mirada que valora y enaltece la población mestiza y criolla, en una época en la que Alberdi y Sarmiento entendían que lo único civilizado era importar rubios de ojos azules.

El Martín Fierro adquiere también, además de sus indudables méritos poéticos, bastante difundidos en el sistema escolar, alusiones políticas sino directas a la realidad de la Argentina que se convertía en el "granero" del mundo, claras para quien quiera leer entrelíneas.

El historiador José María Rosa señala que "En la vida del hijo segundo de Martín Fierro, el poeta sintetiza la historia argentina. Alude a la independencia al decir: ‘Falta el cabeza primario/ y los hijos que él sustenta/ se dispersan como cuenta/ cuando se corta el rosario'". Y también describe la nueva realidad social cuando se refiere al Viejo Vizcacha nombrado su tutor sobre quien advierte "que debía enseñarme a trabajar/ y darme la educación/ era un gaucho renegao… lleno de camándulas… con un empaque a lo toro."

Aparecen en el poema indicaciones y sugerencias, como cuando advierte que "los hermanos sean unidos/ porque esa es la ley primera/ tengan unión verdadera en todo tiempo que sea/ porque si entre ellos pelean/ los devoran los de afuera".

Quizás el verso que mejor describa la labor de intelectual antihegemónico que el propio Hernández desarrolló en su época, pero aplicable a todos los tiempos, es el que dice "ya le conozco sus mañas/ le conozco sus cucañas/ sé cómo arman la partida/ la enredan y la manejan/ desaceré la madeja/ aunque me cueste la vida".