Empezó cantando en los bares y contrariando una recomendación de su madre, que pretendía que continúe como maestro rural, en su natal Guatemala. Treinta años después Ricardo Arjona se dispone a lanzar su nuevo disco, "Circo Soledad", que implicará poner en marcha una maquinaria mundial para brindar unos 100 recitales, en decenas de países. Uno de ellos, en Rosario, el próximo 5 de noviembre.
En presentación del disco y anuncio de la gira, el carismático cantante reunió a un puñado de periodistas (incluida La Capital) y a fans, bajo una carpa de circo, en la ciudad de Avellaneda, Buenos Aires.
"Sigo siendo un muchacho de barrio, el de siempre. Y ya he dicho que mi mayor excentricidad en esta industria es ser inmensamente básico", definió en un extenso encuentro donde contestó preguntas y cantó en vivo; exhibió un video documental con más testimonios y canciones, e intercaló diálogos y besos con un selecto grupo de fans, que también tuvo su lugar dentro de la carpa de circo.
Arjona contó que tuvo su primer guitarra a los ocho años, y se apasionó para siempre. Sus padres nunca creyeron que pudiera llegar tan lejos con las canciones. "A mi madre no les gustaban, tenían contenido social y político" y eso era peligroso en la Guatemala de los años 70 y 80. Ricardo Arjona de adolescente cargó cajas en la producción de uvas, y le concedió a su madre ejercer el oficio de maestro rural, como su padre. "Durante cinco años, pero luego ya no pude, y me dediqué a las canciones".
—Vas a Rosario, ciudad cuna del rock argentino, de Litto Nebbia a Fito Páez, entre otros muchos, ¿sentis algún vínculo con el rock?
—Durante muchos años, en la prensa han dicho de mí "se parece a tal o cual"? y nunca le pegaron, nunca acertaron, ni pasaron cerca. De muy joven, participé de un concurso de la canción en Guatemala, recuerdo que calificamos cinco para la final. Y había dos chicos guatemaltecos que cantaban dos canciones hermosas, me parecían imbatibles para mí. Sin embargo, el concurso lo gané yo. Después supimos que los dos jóvenes guatemaltecos habían sido descalificados porque se adjudicaban dos canciones de Sui Generis como propias. Entonces conocí a Sui Generis, un grupo maravilloso de la Argentina.
—¿Qué viene a ofrecer "Circo Soledad", el nuevo disco?
—No tiene nada de lo que esté de moda, pero todo lo que tiene está bien hecho. No nos guardamos nada, hicimos un disco con 14 canciones, no usamos rellenos como se acostumbra. Es una propuesta que tiene una estética del circo, pero no los circos actuales que mayormente son muy sofisticados, tecnológicos. Nosotros buscamos aquellos circos tradicionales, artesanales, un circo vintage.
—¿Te queda cómodo el lugar del "cantautor"?
—No es algo que me encante. Soy un amante de las diferencias individuales, lo diverso es maravilloso; hay determinado público que puede amar un tipo de música, y otro público que tenga una opinión negativa. Respecto de la libertad de la mujer, la tiene bien ganada. No pretendo convertirme, con mi trabajo, en defensor de un grupo que se sabe defender por si mismo.
—¿Por qué circo?
—En parte mi disco le debe el nombre al debate presidencial de Estados Unidos. Fue un auténtico circo. Las cosas que pasan hoy no tienen razonamiento lógico; Donald Trump está claro que no quiere a nuestros paisanos en Estados Unidos. Pero a los que les toca defender a nuestros paisanos en Estados Unidos están demasiado entretenidos y se olvidan de los saqueadores que en la historia han dirigido nuestro país, y son los verdaderos culpables. Lo cierto es que tenemos que hacer algo, pero bueno, no pasa.
— ¿El proyecto cómo llegó a ponerse en marcha?
—No sé que me trajo a este proyecto; no era mi plan, no pensaba encontrarme con un disco. No estaba para eso. Fue como un tropiezo, me encontré con él, sin tener absolutamente nada previsto. Pero salieron un par de acordes que me llevaron a "Señorita", y después me llevan a "El que olvida", y entonces ya estaba haciendo un disco, y sin darme cuenta. Había escrito tres canciones en un día, algo que no es normal, al menos para mí. Yo sé lo que es pasar un año sin escribir una canción. Sucedió que en pocas semanas tuve 12 canciones y en dos meses, un disco, tal vez el más importante que he grabado en toda mi carrera. Podría decir que el disco se dio en medio de un "circo" personal muy intenso, de manera sorpresiva.
—También hablaste de una evocación familiar con la idea del circo.
—Sí, es claro que hay una suerte de analogía entre la realidad y los circos. "Circo Soledad" trae coincidencias; tiene que ver con la guerra civil española, mi abuelo, junto a dos hermanos, vienen a Guatemala. Mi abuelo muere cuando mi padre tiene apenas seis años. Uno de sus dos hermanos se va para el norte, a México, y el otro al sur. Su profesión era la de payaso de circo, y se presume que fue a Costa Rica. El azar, el talento de muchas personas, me llevaron a realizar "Circo Soledad" a Costa Rica. El lugar donde vivió ese tío abuelo que nadie nunca volvió a ver. Estoy entonces en una gama de colores, y tal vez, la búsqueda, inconsciente, de un tío abuelo que inspiró en mi la idea del circo.
—A treinta años del comienzo de todo, ¿qué te deja el recorrido?
—No creo mucho en las máscaras, aunque sé que todos llevamos una. Con el tiempo me voy acostumbrando a andar sin filtros, como fue mi madre, frontal. Con más franqueza. Eso te transforma en un tipo desajustado, y te puede generar problemas. Siempre cuento la historia de mis padres, sus incongruencias, de que fuimos itinerantes, de que fueron maestros rurales, de nuestra pobreza que estaba oculta, pero que fue pobreza. Mis padres se equivocaron mucho, pero lo hicieron con autosuficiencia, con gran poder. Nos hacían saber que había alguien que mandaba en la casa. Nosotros sabíamos que nada malo nos podía pasar; en mi casa teníamos el equilibrio. Ellos ejercían el poder sin culpa.
—¿Te definís como un hombre áspero que sin embargo enamora a las fans?
—No me gustan las entrevistas; tengo sólidas razones para pensar que no deberían existir. Porque me resulta difícil contar cosas de mi vida a quienes no conozco; con mi "Circo Soledad" tengo la posibilidad de llorar a carcajadas, de disfrutar. Lo principal cuando haces un trabajo discográfico es que te satisfaga a vos, y no pensar en cómo será la recepción de parte del público. Creo que eso es la vida.
—¿La vida?
—Sí, las cosas que te asustan de pronto te hacen acordar que estás vivo, que pasan cosas. El tiempo como medida es desastroso, y como patrimonio, en cambio, es de las cosas más hermosas. Incluso, la posibilidad de que el tiempo nos anuncie que no estaremos para siempre en esta vida, es una patada en el culo maravillosa.
—¿Tuviste un paso significativo por la Argentina, en tu vida?
—El trabajo en la Argentina fue como debe ser; empezamos en un teatro con muchas dificultades. Mi primer show fue en el Lola Membrives, y dos semanas antes de tocar nos cancelaron. Nosotros decidimos hacerlo igual, hicimos notas de prensa por la nuestra. Fuimos a una radio y no tenían el disco. Salimos a comprarlo en una casa de discos, pero no estaba, la compañía no lo había distribuido. De todos modos, el concierto se hizo, salió todo maravilloso. Lo demás en la Argentina es historia más o menos conocida.